jueves, 27 de diciembre de 2007

Si yo fuera presidente...


Cantante. 23 años. Ha ganado el World Music Award como la artista española más vendedora de 1997. Esta semana actúa en Barcelona (6 de junio) y Madrid (día 12).


Elecciones.- ¿Iría usted a hacer campaña electoral a las discotecas?

Por supuesto, ahí es donde está la marcha de un país.

Campaña.- ¿Y a las peluquerías?

Sí, ahí iría en primer lugar. Ése es el voto silencioso y que más rápido corre.

Homosexualidad.- ¿Legislaría a favor de los "gays"?

Pues... en realidad, no se debería legislar, ya debería estar todo legislado.

Imagen.- ¿Cambiaría algo de su imagen?

Me pondría bigote...

Imagen.- ¿Luciría escote en la tribuna del Congreso?

Claro que sí. Dos tetas tiran más que dos carretas

Críticas.- Y si le critican las feministas, ¿qué haría?

Ellas jamás me criticarían, estarían encantadas de ver a una mujer como presidenta del Gobierno.

Voz.- Según algunos críticos, usted no canta: chilla. ¿Qué haría con ellos?

Les regalaría un sonotone para que supieran distinguir el grito del bel canto.

Campaña.- ¿Cuál sería su lema electoral?

"ámame, amémonos".

Legislación.- ¿Convertiría el marujeo en profesión?

Claro, no entiendo cómo las amas de casa, que tienen la profesión en la que más se trabaja, aún no están remuneradas.

Vanidad.- ¿Le gustaría ver su cara en las monedas?

Bueno... yo eliminaría el dinero y pasaría al trueque.

Memoria.-¿Cómo piensa que se hablaría de usted en los libros de texto?

"Fue una presidenta revolucionaria. Con ella nos lo pasamos da buten".

Renovación.- ¿Qué haría para introducir algo de "glamour" en el Congreso?

Yo obligaría a todos los diputados a llevar el tinte bicolor en el pelo.

Carácter.- ¿Sentaría la cabeza?

No, yo siempre he preferido sentar mi linda flor.

Por Camino Brasa.

(El Mundo, 07/06/1998)

"La Divi"


P.- Su disco «Palabra de mujer» está arrasando. ¿Cómo se consigue el éxito?

R.- Con paciencia y constancia.

P.- Sin embargo, usted ha sufrido eso de no ser profeta en su tierra.

R.- Es cierto que me han reconocido antes fuera de España.

P.- ¿Cuál ha sido la razón?

R.- Los jefazos de la música no creían en mí.

P.- Para triunfar hay que tener...

R.- Bemoles.

P.- ¿Qué se ha dejado en el camino?

R. Muchos kilos.

P.- ¿Hay mucha puñalada trapera en el mundo de la música?

R.- En cada esquina.

P.- ¿Cómo se defiende de esas puñaladas?

R.- Con cinismo.

P.- La comunidad gay le ha convertido en su reina y musa.

R.- Me siento muy halagada.

P.- ¿Por qué gusta tanto a los homosexuales?

R.- Por mi belleza austro-húngara-polaca.

P.- ¿Cómo es su voz?

R.- Como los caramelos de Toffee.

P.- ¿Qué es la música para usted?

R.- Mi vida.

P.- ¿Qué intenta transmitir con su música?

R.- Las experiencias cotidianas.

P.- ¿Qué es lo que lleva mejor de ser artista?

R.- Todo, tengo una vida muy normalita.

P.- ¿Y lo peor?

R.- Que no puedo ir al hipermercado.

P.- ¿Qué siente cuando se sube a un escenario a cantar?

R.- Que soy La Divi.

P.- Usted cuida hasta el último detalle su imagen. ¿Cuál es el poder de la imagen?

R.- Una imagen vale más que mil palabras.

P.- ¿Se considera una mujer vanidosa?

R.- Sé que es un pecado, pero ¡viva la vanidad!

P.- ¿Cuál es su piropo preferido?

R.- Qué buen espíritu santo tienes.

P.- ¿El trabajo le deja tiempo para vivir?

R.- Sí, porque gozo con todo lo que hago.

P.- ¿Cómo se toma la vida?

R.- En broma.

P.- ¿Qué le produce risa?

R.- Mónica Naranjo.

P.- ¿Qué le pone de los nervios?

R.- La hipocresía y las mentiras.

P.- ¿Por quién perdería los papeles?

R.- Nunca los pierdo.

P.- ¿Qué le atrae de un hombre?

R.- Flowers.

P.- ¿Qué no perdonaría jamás a su pareja?

R.- Que no me regalara un pedrusco.

P.- ¿Le interesa el sexo sin amor?

R.- Sí. Es la cosa más normal del mundo, todos lo hacemos.

P.- ¿Qué le apasiona?

R.- La indecencia y la lujuria.

Por ROSETA CAMPOS

(El Mundo, 19/04/1998)

Mónica Naranjo homenajea a Mina en su último disco


Hoy sale a la calle, pero la casa de discos ya anuncia la venta previa de 100.000 ejemplares. Es decir, los suficientes como para recibir uno de esos fetichistas reconocimientos que se ha inventado la industria. Versión platino en este caso.

De todos modos, tampoco sorprende. Después de arrasar con aquel Palabra de mujer (un millón de copias vendidas sólo en España), la sofisticada, inquietante, lobuna y arrolladora Mónica Naranjo regresa a la escena discográfica con un nuevo trabajo, Minage.

Un disco que responde a su personal admiración por la italiana Mina, y cuya publicación es fruto de uno de esos momentos en los que la vida te obliga a rendir cuentas contigo mismo.

«Fue de regreso de un viaje de promoción a Portugal. Hubo un percance en el vuelo, y eso me hizo darme cuenta que tenía que hacer aquello que realmente me saliera de adentro», cuenta.

«En aquel momento» -continúa- «yo estaba preparando un nuevo trabajo, así es que cuando le dije a la discográfica que quería hacer esto se pusieron de todos los colores, rojos, verdes, amarillos...». Al final, cómo no, se salió con la suya. El resultado son 13 temas, tres originales y el resto, recreaciones del repertorio de Mina con letras totalmente nuevas, escritas especialmente para ella por José Manuel Navarro.

«Yo descubrí a Mina con sólo 15 años. Entonces no entendía ni una palabra de italiano, así es que me montaba mis propias películas sobre lo que esas canciones decían. Por eso el disco está hecho de esta manera», recuerda la artista, que hoy se ufana de poseer 143 grabaciones de su ídolo.

«No he tenido problemas a la hora de escoger, porque todo el repertorio de Mina se adapta perfectamente a mis condiciones vocales. Me he limitado a seleccionar las 12 canciones que marcaron mi juventud y con lo que queda, es posible que haya otro disco más adelante».

Ahora, con Minage, la cantante espera continuar llegando a la gente. Aunque se ha permitido algunos cambios. Ha sustituido su característica melena bicolor por un cabello ala de cuervo y, según dice, su intepretación escénica también será distinta. Pero con la pasión de siempre.

(El Mundo, 20/03/2000)

La Naranjo se aparece en Italia


La cantante catalana actuó junto a Enrique Iglesias, Tracy Chapman, George Michael y Pavarotti, en un concierto a beneficio del Tibet y Camboya

RUBEN AMON:

El Dalai Lama ha retrasado la costumbre de acostarse a las siete para bendecir el concierto que Luciano Pavarotti organizó anoche en Módena a beneficio de los niños tibetanos y camboyanos. Estaban George Michael, Skin, Caetano Veloso, Enrique Iglesias, Tracy Champan, pero la revelación mística de la noche se produjo cuando Mónica Naranjo y el tenor italiano interpretaron a dúo el Agnus Dei.

La página de Bizet, escrita en latín a la medida de una misa, desaconsejaba un atuendo dorado y minifaldero. Mónica Naranjo, en cambio, se vistió de diosa pagana, recogió las manos sobre el pecho con impostura virginal e hizo retumbar los altavoces como si la vida se le fuera en el empeño.

Escucharla, la escucharon, pero el Agnus Dei, ruidoso y pachanguero, hizo justicia a la errata que anoche figuraba en el programa de mano oficial: Agnus Day. O sea, que no era el Cordero de Dios, en latín, sino El día del cordero, en inmejorable híbrido inglés.

¿Una alusión a Anthony Hopkins? El actor británico se encontraba en primera fila junto a Sarah Ferguson e Inés Sastre aprovechando un receso en el rodaje de Hannibal. Sorprenda o no, la segunda parte de El silencio de los corderos se ultima estos días en Florencia con música de Los del Río, ausentes en la fiesta de ayer, pero bien cubiertos con la baza española de Enrique Iglesias.

El ídolo latino rompió el fuego a las nueve de la noche y estuvo a punto de ahogarse. Se trataba de cantar Cielito lindo en compañía de Pavarotti, pero el dúo se resintió de los nervios, de la improvisación y de la coreografía: Pavarotti no baila, bascula como un galeón a la deriva.

El concierto se calentó cuando aparecieron en escena los uniformes futuristas de Eurythmics y la furia discotequera de Aqua. Hubiera sido preferible un escenario menos decadente y rancio -¿Eurovisión del 70?-, pero los 40.000 espectadores bailaron hasta la extenuación y se conmovieron a lágrima viva con la voz de Tracy Chapman.

Hubo histeria (Enrique Iglesias), patriotismo (O sole mio), devoción (George Michael), transgresiones (Skin). Y hubo un silencio catedralicio cuando el Dalai Lama apareció sobre el escenario para abrazarse con Luciano Pavarotti y enviar a todos un mensaje de esperanza: «La paz, la tranquilidad, el valor, se encuentran en vuestra mente», dijo el líder espiritual del Tibet sin tiempo de escuchar la intervención de Mónica Naranjo.

Del oro al negro, del latín al cheli, del Agnus Dei a Sobreviviré. Esta vez, la cantante catalana se transformo en una araña y puso en boca de la presentadora los mismos elogios que ayer se leían en el Corriere della sera: «Nos encontramos ante la heredera de Mina», rezaba ayer un titular del diario.

La fórmula Pavarotti and friends, inaugurada hace siete años con fines benéficos, podría emigrar a un escenario cosmopolita si los inspectores de Hacienda insisten en acosar al tenor italiano. Le acusan de defraudar cerca de 1.000 millones de pesetas, pero el gran Luciano se considera la víctima de una campaña inquisitorial y amenaza con largarse de Módena.

Entre tanto, Pavarotti no tiene otro remedio que resignarse a la ira del Gobierno. Y es que el honorable Visco, ministro del Tesoro, le ha llamado traidor a patria por haber eludido los compromisos fiscales. «Traidor a mí, precisamente a mí, que he divulgado el nombre de Italia en todo el mundo», replica el Big antes de subirse al escenario.

(El Mundo, 07/06/2000)

Lo negro


El autor pormenoriza cómo ha cambiado su opinión, para bien, con respecto a Mónica Naranjo, una cantante cuyos «alaridos», al principio, le ponían la «piel de pollo»

JAVIER GARCIA SANCHEZ:

No es simple fenómeno de fans. No es un producto discográfico espúreo. Quizá más Demonio que Angel. Pero es una religión en sí misma. Un culto. Para convencerme de ello, pese a los múltiples e ímprobos esfuerzos que hice por evitarlo, fue asistir a su concierto de Barcelona, al que acudí con la dulce «excusa» de mi hija Amaya, diciéndole en broma: «Mónica Naranjo no saldrá a escena porque no existe. Es virtual». Horas, días después de ese concierto mágico, aún sigo creyéndolo. Esa furia desatada, ese monstruo en escena de algún modo no puede existir, porque en su lugar, el territorio que esté destinada a ocupar, es el de los sueños de quienes la adoramos. Sin más. Si se quiere, tal como suena, en plan adolescente. Ella nos hace sentir niños, y frágiles, e inocentes a punto de ser... ¿pervertidos? Es posible. El caso es que, después de conocer a la perfección sus tres CDs -sobre todo los dos últimos-, no cabía duda alguna de que, musicalmente hablando, es espléndida, única, pero me faltaba verla. Creerla. Tocarla. Eso sólo se logra en directo. Y aclaro que, musicalmente, soy muy intransigente, y que me he hartado, a lo largo de mi vida, de ver conciertos de rock. Por enumerar algunos de los que me marcaron: King Crimson, Jethro Tull, Premiata Forneria Marconi, Génesis (con Pete Gabriel), John Mayall, Iggy Pop, Eric Clapton, Rory Gallagher, Bruce Springteen, Emerson Lake and Palmer, Procul Harum, Lou Reed, y los mismísimos Rolling Stones. Bien, en un par de esos conciertos incluso llegué a llorar; en todos me emocioné... pero ninguno de ellos es comparable a lo que la otra noche ví -aún no sé si lo ví- con Mónica Naranjo. Estaba preparado para casi todo, pero no para una Misa en toda regla (¿Negra?), para un Oratorio, para una Orgía Colectiva. Así sucedió desde que salió a escena, bella y oscura como un animal, cantando, gritando «Entender el amor», pieza con la decidió abrir ese rito litúrgico que es el Tour «Minague 2000». Esperaba todo, pero no oir a cinco mil personas cantando entera su canción, ¡ésa y absolutamente todas que interpretó!, completamente enloquecida. Pese a sus alaridos, apenas la oía a veces. Aquello fue una catarsis de hora y media, sin tregua. Borda sus canciones-talismán en directo, pero eso da igual, porque se va a verla, como sucedía con los Beatles. Y, como sucedió con ellos, temo que si queremos seguir gozando de la música y la voz quebrada de Mónica debería ir pensando en abandonar las giras. Romperá ese milagro que nace en su garganta. Pese a que no interpretó mis dos piezas favoritas, «Amame y déjame» -de «Palabra de mujer»- y «Siempre fuiste mío» -de «Minage»-, oí, más bien miré embelesado, la Misa Negra, que con «Desáteme» y el himno oficial, «Sobreviviré», igualmente rezados por la masa, nos devolvía incrédulos a la madrugada. Todos perros/as enamorados/as...

Todo el loquerío y la promiscuidad estaba allí, pero también gentes diversas. Era su noche de desmadre, acaso la única. Mónica, la Diosa, diríase que peca por todos nosotros. En escena y en sus letras. Al verla pude recordar cómo la descubrí: en un programa cutre de la tele. Sus alaridos me ponían la piel de pollo, y me negué. ¿Qué era aquella perturbada mezcla de María del Monte y Janis Joplin, de la Madonna más descocada y Mina, de Annie Lennox y Cher?. «Para marujonas...», y me dije, nervioso. Ya estaba asustado, impregnado. Luego encontré a las diversas Mónicas Naranjos, que existen. Y llegó su voz, y sus canciones arregladas por ese pedazo de músico que es su marido, Cristóbal Sansano. Alguien (¿ella misma?) afirmó que no cantaba, que chillaba. Me dije: «Estupendo». Finalmente comprobé la feroz animadversión que es capaz de despertar -aritméticamente proporcional al amor- y me dije: «Debe tener algo». En un par de bares musicales casi me echan por solicitar si tenían algo suyo... ¡Antes la muerte!. Me dije: «Ha de ser genial». Lo es. Cada palabra que sale de su boca es un fragmento del Catecismo para quienes buscamos. De entre los piropos delirantes que le dedicaron en su concierto, uno me hizo pensar. Alguien le gritó: «¡Te comería lo negro!» Ella, la Diosa, no vestía de negro sino de rosa. Lo negro no era el triángulo del pubis (¿O sí?), eso creo. Era su alma (¿O no?). Pero daba igual. Ella, la Diosa, nos ayuda a soportar la puta realidad. Por eso tenemos una excusa más para sobrevivir.

Javier García Sánchez es escritor y periodista.

(El Mundo, 17/09/2000)

Mónica Naranjo vuelve con la voz a punto


Mónica Naranjo reanuda la gira "Minage" con las cuerdas vocales a punto para cantar y para desmentir los rumores sobre el parón en su ronda de conciertos por España. «Fue un catarro mal curado y una complicación en las cuerdas vocales», explicó la cantante. La rueda de prensa se celebró ayer en Madrid y, rodeada de periodistas, Mónica Naranjo demostró que está lista para llevar toda la fuerza del espectáculo de su último álbum a otras 13 ciudades españolas, entre ellas, Madrid y Barcelona. «He apostado por "Minage", venda o no venda, porque es parte de mi pasado. Estuve un mes sin poder hablar, algo muy frustrante para una cantante y más si se dice por ahí que he sufrido una depresión», aclaró Naranjo.

(El Mundo, 08/09/2000)

"Estuve muy perdida, pero me he vuelto a encontrar a mí misma"


Quién sabe si Amanda Lear, aquella musa de Dalí condenada a desmentir repetidas veces que no era un travesti, estaría hoy celosísima de la no menos divina Mónica Naranjo. ¿Por qué? Pues resulta que la cantante catalana (de Figueras, como el pintor) entabló varias veces animada conversación con el genio surrealista y no olvida las palabras de consejo que le dedicó.

La desmesurada estrella del pop español, presta siempre a exhibir tanto su poderío vocal como su sobredosis de laca y/o cardados, conoció al artista en casa de una familia de la localidad gerundense en la que trabajaba su madre. «Mi pincel lo ha guiado la pasión.Haz lo mismo con tu voz», le espetó Dalí a la Naranjo cuando ella sólo contaba 12 años.

La cantante no logró nunca convertirse en musa del artista, pero sí se ha coronado como reina gay. Basta un simple paseo nocturno por los locales de moda en Chueca para comprobarlo, porque temas suyos como "Sobreviviré" o "Desátame" suenan en ellos a todas horas y las drag queens más fashion se mueren por imitarla.

Exitos y remezclas

Lo mismo ocurrirá, previsiblemente, con su nueva canción, "Enamorada de ti", que inunda ya las emisoras de radio en vísperas de que el próximo lunes se publique "Colección privada", una caja que contiene un CD con sus grandes éxitos, otro con remezclas que acentúan su lado dance (con disc jockeys y productores como Pumpin'Dolls, que acaban de lanzar su sorprendente reinterpretación electrónica de los hits de Isabel Pantoja, o el dúo formado por Pedro Ferrero y David del Moral, es decir, Fundación Eivissa) y un DVD que incluye actuaciones en directo y siete videoclips.

No es más que la antesala de la nueva Mónica Naranjo, que saldrá a la luz en 2006 con una grabación que, según promete, supondrá «un cambio radical».

Mientras tanto, cierra la fructífera etapa que abrió en 1994 con Supernatural y se presenta ante sus fans como una mujer con los pies más en la tierra, que ya no se deja deslumbrar por el fulgor del triunfo. «Me perdí por el camino, estuve muy perdida, de verdad. Pero afortunadamente me he vuelto a encontrar a mí misma», confiesa después de haber vendido cinco millones de discos.

«Llegó un momento en que todo era trabajo para mí. Si iba al gimnasio, era por trabajo. Si estudiaba algo, era por trabajo.El show business te engulle: la presión, la responsabilidad...hasta que tuve una crisis y decidí parar. Estuve un año y medio sin cantar porque no me apetecía», declara sin tapujos.

Frivolidad sin fin

Eso sí, a Mónica Naranjo le sigue persiguiendo la aureola de cantante frívola. «Me da igual. Yo hago la música desde el corazón.La imagen, claro, siempre ha sido muy importante para mí; y la puesta en escena, más». Respuesta contundente desde esos labios con lipstick a la última.

«Siempre he sido muy dramática. Pero ahora soy peor que dramática.Ya se sabe, conforme nos hacemos mayores y nos damos cuenta de que la vida es demasiado importante para tomársela en serio...», agrega.

No termina la frase, pero el epíteto frívolo continúa dando vueltas en su mente y suelta en plan agresiva: «Sí, hay gente que piensa de mí que soy una frívola, una capulla, pero es que si todo fuera perfecto sería muy aburrido, ¿no?». Y se despide con un enigmático: «Tragar cosas es un veneno, y con todo lo que ya sé...».

(El Mundo, 07/05/2005)