jueves, 27 de diciembre de 2007

"La Divi"


P.- Su disco «Palabra de mujer» está arrasando. ¿Cómo se consigue el éxito?

R.- Con paciencia y constancia.

P.- Sin embargo, usted ha sufrido eso de no ser profeta en su tierra.

R.- Es cierto que me han reconocido antes fuera de España.

P.- ¿Cuál ha sido la razón?

R.- Los jefazos de la música no creían en mí.

P.- Para triunfar hay que tener...

R.- Bemoles.

P.- ¿Qué se ha dejado en el camino?

R. Muchos kilos.

P.- ¿Hay mucha puñalada trapera en el mundo de la música?

R.- En cada esquina.

P.- ¿Cómo se defiende de esas puñaladas?

R.- Con cinismo.

P.- La comunidad gay le ha convertido en su reina y musa.

R.- Me siento muy halagada.

P.- ¿Por qué gusta tanto a los homosexuales?

R.- Por mi belleza austro-húngara-polaca.

P.- ¿Cómo es su voz?

R.- Como los caramelos de Toffee.

P.- ¿Qué es la música para usted?

R.- Mi vida.

P.- ¿Qué intenta transmitir con su música?

R.- Las experiencias cotidianas.

P.- ¿Qué es lo que lleva mejor de ser artista?

R.- Todo, tengo una vida muy normalita.

P.- ¿Y lo peor?

R.- Que no puedo ir al hipermercado.

P.- ¿Qué siente cuando se sube a un escenario a cantar?

R.- Que soy La Divi.

P.- Usted cuida hasta el último detalle su imagen. ¿Cuál es el poder de la imagen?

R.- Una imagen vale más que mil palabras.

P.- ¿Se considera una mujer vanidosa?

R.- Sé que es un pecado, pero ¡viva la vanidad!

P.- ¿Cuál es su piropo preferido?

R.- Qué buen espíritu santo tienes.

P.- ¿El trabajo le deja tiempo para vivir?

R.- Sí, porque gozo con todo lo que hago.

P.- ¿Cómo se toma la vida?

R.- En broma.

P.- ¿Qué le produce risa?

R.- Mónica Naranjo.

P.- ¿Qué le pone de los nervios?

R.- La hipocresía y las mentiras.

P.- ¿Por quién perdería los papeles?

R.- Nunca los pierdo.

P.- ¿Qué le atrae de un hombre?

R.- Flowers.

P.- ¿Qué no perdonaría jamás a su pareja?

R.- Que no me regalara un pedrusco.

P.- ¿Le interesa el sexo sin amor?

R.- Sí. Es la cosa más normal del mundo, todos lo hacemos.

P.- ¿Qué le apasiona?

R.- La indecencia y la lujuria.

Por ROSETA CAMPOS

(El Mundo, 19/04/1998)

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