
La cantante catalana actuó junto a Enrique Iglesias, Tracy Chapman, George Michael y Pavarotti, en un concierto a beneficio del Tibet y Camboya
RUBEN AMON:
El Dalai Lama ha retrasado la costumbre de acostarse a las siete para bendecir el concierto que Luciano Pavarotti organizó anoche en Módena a beneficio de los niños tibetanos y camboyanos. Estaban George Michael, Skin, Caetano Veloso, Enrique Iglesias, Tracy Champan, pero la revelación mística de la noche se produjo cuando Mónica Naranjo y el tenor italiano interpretaron a dúo el Agnus Dei.
La página de Bizet, escrita en latín a la medida de una misa, desaconsejaba un atuendo dorado y minifaldero. Mónica Naranjo, en cambio, se vistió de diosa pagana, recogió las manos sobre el pecho con impostura virginal e hizo retumbar los altavoces como si la vida se le fuera en el empeño.
Escucharla, la escucharon, pero el Agnus Dei, ruidoso y pachanguero, hizo justicia a la errata que anoche figuraba en el programa de mano oficial: Agnus Day. O sea, que no era el Cordero de Dios, en latín, sino El día del cordero, en inmejorable híbrido inglés.
¿Una alusión a Anthony Hopkins? El actor británico se encontraba en primera fila junto a Sarah Ferguson e Inés Sastre aprovechando un receso en el rodaje de Hannibal. Sorprenda o no, la segunda parte de El silencio de los corderos se ultima estos días en Florencia con música de Los del Río, ausentes en la fiesta de ayer, pero bien cubiertos con la baza española de Enrique Iglesias.
El ídolo latino rompió el fuego a las nueve de la noche y estuvo a punto de ahogarse. Se trataba de cantar Cielito lindo en compañía de Pavarotti, pero el dúo se resintió de los nervios, de la improvisación y de la coreografía: Pavarotti no baila, bascula como un galeón a la deriva.
El concierto se calentó cuando aparecieron en escena los uniformes futuristas de Eurythmics y la furia discotequera de Aqua. Hubiera sido preferible un escenario menos decadente y rancio -¿Eurovisión del 70?-, pero los 40.000 espectadores bailaron hasta la extenuación y se conmovieron a lágrima viva con la voz de Tracy Chapman.
Hubo histeria (Enrique Iglesias), patriotismo (O sole mio), devoción (George Michael), transgresiones (Skin). Y hubo un silencio catedralicio cuando el Dalai Lama apareció sobre el escenario para abrazarse con Luciano Pavarotti y enviar a todos un mensaje de esperanza: «La paz, la tranquilidad, el valor, se encuentran en vuestra mente», dijo el líder espiritual del Tibet sin tiempo de escuchar la intervención de Mónica Naranjo.
Del oro al negro, del latín al cheli, del Agnus Dei a Sobreviviré. Esta vez, la cantante catalana se transformo en una araña y puso en boca de la presentadora los mismos elogios que ayer se leían en el Corriere della sera: «Nos encontramos ante la heredera de Mina», rezaba ayer un titular del diario.
La fórmula Pavarotti and friends, inaugurada hace siete años con fines benéficos, podría emigrar a un escenario cosmopolita si los inspectores de Hacienda insisten en acosar al tenor italiano. Le acusan de defraudar cerca de 1.000 millones de pesetas, pero el gran Luciano se considera la víctima de una campaña inquisitorial y amenaza con largarse de Módena.
Entre tanto, Pavarotti no tiene otro remedio que resignarse a la ira del Gobierno. Y es que el honorable Visco, ministro del Tesoro, le ha llamado traidor a patria por haber eludido los compromisos fiscales. «Traidor a mí, precisamente a mí, que he divulgado el nombre de Italia en todo el mundo», replica el Big antes de subirse al escenario.
(El Mundo, 07/06/2000)
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